AMÉRICALATINAHOY

ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396

DOI: https://doi.org/10.14201/alh.

año 2021

agosto

vol 88

145

DOI 23659

Carlos Malamud (2021). El sueño de Bolívar y la manipulación bolivariana. Falsificación de la historia e integración regional en América Latina. 295 págs. Madrid: Alianza editorial. ISBN: 978-84-1362-150-0.

Este libro recorre en tono polémico y de manera muy documentada las peripecias de la integración regional en América Latina. Lo hace sin concesiones, partiendo de la actualidad –cuando los anhelos integracionistas están en horas bajas– y remontándose a los orígenes del proyecto. El empeño exhibe una gran solidez, porque estamos frente a un historiador polifacético que ha cultivado el periodo colonial, la independencia, la historia política y las relaciones internacionales, así como el análisis de la actualidad de la región. Se trata de un libro riguroso y al mismo tiempo de combate, que advierte sobre los peligros de la manipulación del pasado y los usos políticos de la historia tomando como hilo conductor la figura de Simón Bolívar y desnudando las tergiversaciones e inexactitudes a las que ha conducido el culto a su figura. El autor enfoca el caso de Venezuela porque, sin duda, ha sido el mascarón de proa del «tiempo nuevo» que pareció abrirse con «el giro a la izquierda» de este nuevo milenio. Aunque, más que un país, el heraldo que anunció la gran transformación («el socialismo del siglo XXI») fue un solo hombre: Hugo Chávez, sobre quien el autor hace descansar buena parte de la responsabilidad por el uso torticero del pasado en torno a Bolívar.

En lo que termina siendo una lección de historia latinoamericana a contrapelo, Carlos Malamud dibuja una parábola que parte del líder mesiánico que busca forjar su halo heroico reinventando el pasado, remitiéndose a los orígenes y a la figura idolatrada por excelencia, el Libertador Bolívar, y vuelve pisando el terreno de los hechos a la par que rastrea cómo se fue instrumentalizando el pensamiento de Bolívar, cuyo punto de llegada es el propio Chávez en la Venezuela del boom de las commodities. De la independencia y sus mitos hasta Chávez y su entrada en la inmortalidad según sus seguidores, a veces casi con ira, a veces retratando el esperpento como en el primer capítulo, el autor firma un trabajo poliédrico –es un ensayo, pero también una sólida exposición historiográfica con algún apunte periodístico y lo atraviesa un indisimulado compromiso ético e ideológico– lleno de detalles de interés y combustible para el debate. Muy pronto en el segundo capítulo aborda el concepto de integración para dejar claro que no es sinónimo de unidad y deslindarlo de los objetivos de la independencia, ofreciendo una sugerente comparación entre Europa y América Latina en materia de integración regional y sus diferencias. Tras demostrar que independencia e integración no fueron de la mano, se adentra en toda la mitología que se fue construyendo a partir del complejo proceso de ruptura de las colonias con la metrópoli española. Dedica el capítulo tres a la utopía de la Patria Grande, bellas palabras que nunca se llenaron de contenido; y en el siguiente, explica el sueño de Bolívar por crear una «Gran Colombia». Este apartado, junto con los capítulos cinco, seis, siete y ocho, resultan claves para la interpretación del tema central. El autor acompaña a Bolívar en el sinuoso camino que desembocó en la independencia registrando sus marchas y contramarchas, su pragmatismo para ir adaptándose a las evidencias que fueron fraguando el pensamiento del Libertador, no exento de contradicciones, zonas grises y cuadraturas del círculo a la hora de organizar América el día después (con alquimias imposibles entre federalismo y centralismo, monarquía y república, unidad y heterogeneidad, entre otros dilemas). De lo expuesto, resulta patente que no figuraba en el horizonte de Bolívar la integración latinoamericana, ni en el de Miranda ni en ninguno de los «precursores de la emancipación». Porque la idea, tal como como la concebimos hoy (cesión de ciertas parcelas de soberanía, entre las más importantes), no existía entonces. Malamud, apoyándose en la historiografía que renovó el tema de las independencias y los orígenes nacionales (Guerra, Annino, Chiaramonte, Quijada) –y que la celebración de los bicentenarios no fue capaz de asumir–, deja bien asentado que las independencias fueron fruto del colapso del Imperio español, de su desintegración, y no de épicas rebeliones de liberación. Y que no existían naciones antes de la emancipación. Por lo tanto, la «invención» de entidades políticas nuevas, la lucha entre soberanías, la indefinición de las repúblicas embrionarias y un largo etcétera no dejaron apenas espacio para pensar en la unidad, o directamente la relegaron al terreno de la utopía o de una formulación abstracta sin contornos precisos.

Con todo y en términos muy pragmáticos, Bolívar propuso fórmulas que apuntaban a una cierta unidad con propósitos claramente defensivos: para preservar las incipientes repúblicas de la voracidad de las potencias europeas (incluida una temida reconquista española) y de los Estados Unidos.

Por eso son más esclarecedores aún los capítulos seis –dedicado a la famosa «Carta de Jamaica»–, siete –donde una sobria exposición del pensamiento político de Bolívar desmonta el decálogo de quienes se han empeñado en presentarlo como paladín del antiimperialismo– y ocho –donde un análisis del Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826 muestra el fracaso de, incluso, sus más modestas pretensiones en materia de solidaridad regional–.

Es reseñable la presentación de la «Carta de Jamaica» (escrita por el Libertador en 1815, en un momento particularmente desesperanzador de la lucha) en su literalidad, frente a las tergiversaciones posteriores, que buscaron convertir a Bolívar en paladín de la unidad latinoamericana y, a fortiori, de su integración. Cuando, en rigor, el texto es un baño de realidad y de evidencias incómodas. Bolívar era firme partidario de la unidad de las antiguas colonias, pero reconocía razones de mucho peso que la hacían imposible. Y no eludía verdades dolorosas: «Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno […] Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretenden ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran», p. 168.

Denunciaba claramente que el enemigo estaba en casa, constatación que permite al autor cargar contra el victimismo presente que rumia la insatisfacción por un destino promisorio que no se ha alcanzado todavía. Entonces entran en escena los demonios habituales, responsables del fracaso: las oligarquías vendepatrias, el imperialismo británico y, especialmente, el norteamericano.

El capítulo ocho se dedica a una depuración del pensamiento del Libertador y, en particular, el acápite «La fabricación del Bolívar antinorteamericano» es una lección de crítica documental, donde Malamud desnuda la inconsistencia del decálogo que consagra un ícono del antiimperialismo que, en realidad, nunca existió históricamente, pero cuya reificación sirvió para activar y movilizar la imaginería popular. Completando el panteón, el resto de figuras tutelares: Martí, Sandino, Ernesto Guevara, Castro, de los cuales Bolívar sería el precursor, en una línea que culminaría con el nuevo líder bolivariano, Hugo Chávez, el hombre que reorganizaba las tramas del pasado al servicio de los objetivos (políticos) del presente. No solo él, naturalmente: un séquito de académicos, periodistas, políticos y militares que desfila a lo largo de esta obra lo acompañaron en la empresa mitificadora.

El último capítulo remata y amplía las consideraciones que atraviesan todo el libro, ilustrando cómo el chavismo creó instituciones destinadas a la integración regional bajo la inspiración del falso sueño de Bolívar, que terminaron fracasando, dejando el aire impregnado de melancolía por lo que –una vez más– pudo ser y no fue. Finalmente, las conclusiones precisas y contundentes podrían sintetizarse con las palabras del poeta: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Las sociedades latinoamericanas necesitan hacerse ver, parece decirnos este libro duro y sin concesiones que, al mismo tiempo, invita a empezar de nuevo, buscando sin trampas en el pasado lecciones que contribuyan a afrontar el futuro con esperanza.

Guillermo Mira

Universidad de Salamanca